Ya no puedes dejar de verlo: ese peculiar pliegue donde la puerta trasera se une al guardabarros en un BMW M3. No es sólo un descuido; BMW lo diseñó intencionalmente de esta manera y hay una razón de peso detrás de su apariencia poco convencional.
El secreto reside en los ejes traseros más anchos del M3 en comparación con su homólogo estándar. Esta configuración reforzada requiere guardabarros más anchos para adaptarse a una postura más deportiva. Mientras que otros fabricantes de automóviles podrían integrar perfectamente estos elementos más amplios en sus diseños, BMW eligió un camino diferente.
El jefe de BMW M, Frank van Meel, explicó a Auto Express que las puertas traseras del M3 conservan las dimensiones de los modelos estándar. Este contraste deliberado enfatiza la pista más ancha, resaltando visualmente la potencia y el rendimiento adicionales que se esconden debajo de la piel.
“Poder ver la potencia”, lo describe van Meel, una afirmación que subraya la filosofía de diseño de BMW. Los guardabarros exagerados transmiten claramente agresividad y capacidad, incluso sin una transición perfectamente fluida con las puertas.
Si bien este enfoque destaca, no se adopta universalmente en toda la gama BMW M. Los cupés más elegantes presentan transiciones suaves entre la puerta y el guardabarros, y los SUV tienden a hacer lo mismo. Parece que esta peculiaridad específica está reservada para los sedanes, donde tiene prioridad enfatizar la postura trasera plantada.
Tomemos como ejemplo el Audi RS3 o el RS6 Avant; sus personajes deportivos son igualmente convincentes a pesar de las líneas limpias. Sin embargo, podría decirse que la elección de BMW con el M3 añade un carácter único y robusto a su ya potente imagen. Ya sea que se trate de resaltar el rendimiento o simplemente de hacer una declaración audaz, la línea intencionalmente discordante desde la puerta hasta el guardabarros se convierte en un sello reconocible al instante de la potencia bávara.






















