Додому Без рубрики Los orígenes inesperados del coche inteligente: del reloj a la micromovilidad

Los orígenes inesperados del coche inteligente: del reloj a la micromovilidad

Los orígenes inesperados del coche inteligente: del reloj a la micromovilidad

El automóvil Smart, un símbolo definitorio de la micromovilidad urbana, debe su existencia no a la ingeniería automotriz tradicional, sino a la visión poco convencional de Nicolas Hayek, el relojero aficionado a la revolución Swatch. Si bien hoy Smart está volviendo a su nicho original de dos asientos, los orígenes de la marca revelan una improbable colisión de industrias y una apuesta audaz sobre el futuro del transporte personal.

El Swatchmobile: una idea nacida de la disrupción

Hayek, el hombre que resucitó la industria relojera suiza en la década de 1980 mediante la reducción de costos, la automatización de la producción y la reinvención del marketing, dirigió su atención a los automóviles a principios de la década de 1990. Habiendo sido testigo del casi colapso de la relojería suiza debido a la competencia japonesa más barata, reconoció el potencial de disrupción en el sector automotriz, que en ese momento estaba dominado por gigantes establecidos. Su concepto, denominado “Swatchmobile”, era simple: un vehículo eléctrico pequeño y asequible capaz de transportar “dos personas y dos cajas de cerveza” por alrededor de £3,570 (aproximadamente £8,280 hoy).

El enfoque de Hayek fue deliberadamente disruptivo. Admitió: “No conozco los autos, al igual que no conozco los relojes”. Su objetivo no era experiencia en automoción, sino una nueva perspectiva: un coche eléctrico que fuera al mismo tiempo sin clases y moderno, obligando a un cambio en la forma en que la gente percibía el transporte personal. La visión se extendió a una estética personalizable, con planes para películas de pintura removibles que permitieran a los propietarios cambiar el color del automóvil a su antojo.

Obstáculos iniciales y resistencia de la industria

El Swatchmobile enfrentó desafíos inmediatos. La tecnología de las baterías iba a la zaga de las ambiciones de Hayek, lo que hacía poco práctico un coche eléctrico asequible y de larga autonomía. El proyecto se estancó, lo que llevó a un cambio hacia un sistema híbrido que utiliza un pequeño motor de gasolina y baterías de plomo-ácido.

Mientras tanto, los fabricantes de automóviles establecidos vieron la idea con escepticismo. Volkswagen, inicialmente asociado con Swatch, finalmente abandonó el proyecto en favor de su propio coche urbano híbrido, el Chico. Ferdinand Piëch, entonces director de VW, desestimó el Swatchmobile como “un patín de elefantes”. El consenso de la industria fue que la visión de Hayek no era práctica y carecía del respaldo de una experiencia automotriz seria.

El rescate de Mercedes: de la fantasía a la realidad

Justo cuando el sueño de Hayek parecía desmoronarse, Mercedes-Benz intervino. Tras verse obligados a cambiar su cultura conservadora, los diseñadores de Mercedes ya estaban explorando conceptos similares de micromovilidad. En 1994, las dos empresas formaron una empresa conjunta, Micro Compact Car (MCC), que eventualmente daría origen a la marca Smart en 1995.

El coche Smart fue diseñado en Renningen por un equipo joven y dinámico con una edad media de 34 años. Empleaba un “principio sándwich” inspirado en la nueva Clase A de Mercedes para maximizar la seguridad en caso de colisión. El producto final, lanzado en 1997, estaba muy lejos de la visión eléctrica original de Hayek, pero finalmente fue una realidad viable, aunque poco convencional.

“El futuro de la movilidad será el Smart”, predijo en el lanzamiento el presidente de MCC, Jürgen Hubbert.

Queda por ver si tendrá razón, pero la historia del automóvil Smart es un testimonio del poder del pensamiento disruptivo y de la improbable convergencia de industrias. La visión original, nacida de la fantasía de un relojero, ha dejado una huella indeleble en el panorama automovilístico.

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